Viaje de ida en siete paradas al ecosistema de Apple
Hace diez años yo era un usuario convencido de Android al que le gustaba probar ROMs personalizadas y toquetear por todos sitios. Lo mismo pasaba en mi PC, donde siempre estaba probando alguna distribución de GNU/Linux, probando lo que la gente hacía y buscando la que mejor se adaptaba a mi en cada momento. También era un fan convencido de Google, y llegué a plantearme crear un blog solo para hablar de cosas de su ecosistema.
Me gustaba mucho cacharrear, y abogaba siempre por el software libre o abierto. Ahora, sin embargo, me he convertido en un feliz prisionero del ecosistema de Apple, quizá podría decir que me he vuelto aburrido, y me conformo con unos productos que casi siempre funcionan y se llevan muy bien entre sí. Sin riesgos, y con muchos menos experimentos.
¿Cómo he llegado de un extremo a otro en solo una década? Acompáñame por este viaje en siete paradas en el que voy a intentar explicarte como ha sido cada uno de los pasos que me ha llevado en esta dirección.
1. Entro a trabajar en Weblogs
La primera parada de este viaje es un cambio laboral, y es haber entrado a trabajar hace nueve años en lo que antes era Weblogs SL, y ahora es Webedia España. Desde que tengo uso de razón, yo siempre he tenido algún blog y escribía en algún sitio sobre temas diversos, y un buen día tuve la opción de dedicarme a ello profesionalmente. Empecé en la web de Genbeta, y eso me sacó de mi burbuja particular, exponiéndome a todos los software por igual. Ya daba igual que fuera privativo o libre, o que me cayese bien o mal, tenía que estar informado e informar de todos por igual
Esto hizo que en poco tiempo mis puntos de vista empezasen a enriquecerse y ampliarse a base de estar expuesto a todas las tecnologías y estar leyendo sobre todas ellas. Las cosas ya no eran blanco y negro, y era capaz de ver los puntos a favor y en contra de todo lo que ocupa el mundo tecnológico.
Esta amplitud de mis conocimientos y mis puntos de vista fue un primer paso hacia el abismo, pero yo todavía no era consciente de ello. En Genbeta había entonces una gran comunidad de lectores amantes del software libre, GNU/Linux y demás, y me seguía sintiendo cómodo con estos ideales, aunque desde esta comodidad ya había empezado a abrir ventanas para mirar hacia otros paisajes.
2. De Linux a Windows 10
Dos o tres años antes de entrar en Webedia, había estado probando una gran cantidad de distribuciones GNU/Linux, desde las más sencillas como Ubuntu hasta otras más complejas como Arch Linux, pasando por puntos intermedios de Arch, que era la más versátil, como Manjaro. Era feliz cacharreando. Pero poco a poco, cuando ya tenía que sentar unas rutinas laborales y necesitaba estabilidad, fui inclinándome hacia Windows.
Todo empezó con el lanzamiento de Windows 10, y que ya desde las versiones preliminares veía que me gustaba. Empecé teniéndolo en Dual-Boot con GNU/Linux, de forma que pudiera tener ambos sistemas operativos en el ordenador e ir alternando entre uno y otro. Pero poco a poco, Windows fue convirtiéndose cada vez más en protagonista, y en uno de mis formateos de limpieza anuales acabé dejando a Windows solo y sin más doble boot.
En esta decisión también tuvo que ver mi nueva rutina. Cuando entré a trabajar escribiendo primero en Genbeta y luego en Xataka, el ordenador dejó de ser un dispositivo de ocio para convertirse en uno laboral. La manera y el objetivo con el que lo utilizaba cambió, y ya no buscaba tanto experimentar como la estabilidad, y eso me acabó llevando a Windows 10 y sacándome de GNU/Linux. Era un paso obvio.
3. Android empieza a no convencer
Mi primer “smartphone” fue un Nokia N97, si es que se le podía llamar smart, pero luego vino el Samsung Galaxy S2 y desde entonces permanecí en Android. Eran tiempos emocionantes, y Android no paraba de innovar. Google también lanzó sus propios dispositivos, y tras el Galaxy Nexus vino mi querido y amado Nexus 4, que todavía conservo en casa. Yo era fan de Google, y los móviles Nexus fueron mi nuevo hogar.
Entonces, pasaron dos cosas. En primer lugar, Google empezó a decepcionarme abandonando los productos que más me gustaban. Empezó por Google+, y luego fueron muchos otros más. Parecía, que cada vez que lanzaba algo brillante lo acababa abandonando, y esto sigue en nuestros días con últimos ejemplos como Stadia. Dejé de ser un “Googler” porque la propia Google me sacó de ahí.
En segundo lugar, cuantos más conocimientos tecnológicos tenía más le pedía a mi móvil, y empecé a verle las costuras a los dispositivos Android. Dejé de ser tan conformista, y coincidió con unos años en los que parecía que a todos los móviles Android les faltaba algo. Desde el primer modelo, yo quería tener un móvil Pixel para seguir con Android limpio, pero parecía que si no era la pantalla era el tener cámara sin zoom óptico o la batería, pero siempre había algo que fallaba en cada nuevo modelo.
Y aunque bastante top, las alternativas por las que me decantaba (los Galaxy S7 y S9), tampoco me terminaban de enamorar. La sensación es difícil de explicar para alguien que no es un geek tecnófilo como yo, porque la mayoría de gente es más conformista. Pero daba la sensación de que no terminaba de salir un móvil que me convenciese al cien por cien.
4. Una oportunidad a iOS
En este contexto de insatisfacción, cuando mi Galaxy S7 tenía dos años empecé a considerar dar el salto al iPhone. Tras ya unos años expuesto a toda la información tecnológica iba viendo las cosas positivas que ofrecía el ecosistema de Apple, y me picaba mucho la curiosidad de poder cacharrear con él. Pero eran dispositivos tremendamente caros, y les faltaban cosas clave. Me horrorizaba que no tuviera cajón de apps y todas las que instales estuvieran en el escritorio, que a su vez era simple y sin widgets. Acabé siguiendo en Android con un S9.
Pero dos años después la duda volvió, Google seguía sin terminar de convencer con los Pixel, y me había aburrido de los Samsung que seguían sin convencerme al cien por cien. Había mil modelos de Android, y ninguno me terminaba de convencer. Mi curiosidad había seguido creciendo, mi afán de cacharreo, y decidí darle una oportunidad a Apple.
Mi idea era probar con el iPhone durante una generación, mientras Samsung o Google se ponían las pilas, y luego volver cómodamente a Android. Mi primer iPhone fue el 11 Pro, y todavía recuerdo cuando se lo dije a María, la directora de Xataka. Cuando le dije que me había comprado un iPhone, ella me dijo medio bromeando que ya no habría vuelta atrás. Me lo tomé a broma, ya que no me podía imaginar la razón que tenía.
5. Me quedo en iOS
Dio la casualidad de que cuando llegué al iPhone, iOS empezó a Androidificarse. Todas las cosas que no me gustaba de iOS acabaron cambiando, y llegaron los widgets o el cajón de aplicaciones. Con estos pequeños pasos, las cosas que más sabía que echaría de menos yendo al iPhone, esas que me harían volver a Android, poco a poco fueron llegando a iOS. Fue como una trampa.
Después un pequeño periodo de aprendizaje, debo confesar que iOS me convenció desde el principio. Era cómodo y fácil. Además, poco a poco iba abandonando aplicaciones de terceros como las de Microsoft de contraseñas o el navegador para ir utilizando las nativas de Apple. Era un móvil equilibrado, con una fotografía que quizá no era la mejor, pero estaba entre ellas, y una grabación de vídeo que era y sigue siendo muy superior a la de Android. En definitiva, tras dos años con el iPhone 11 Pro pensé en pasarme a un nuevo móvil y tras mirar lo que ofrecía Android acabé yendo casi automáticamente al iPhone 13 Pro. Más de lo mismo, más de lo que me gusta, con algunas pequeñas mejoras.
Cuando vendí el iPhone 11 Pro para comprarme el 13 Pro encontré otra de las ventajas de los iPhone. Habiendo vendido dos años antes el Samsung Galaxy S de gama alta con dos años a sus espaldas, me habían dado tres veces menos de lo que me dieron al vender el iPhone 11 Pro, y eso que el 11 Pro lo vendí a un conocido por menos de lo que podría haberlo vendido. Los iPhone perdían mucho menos valor, y esto ayudaba a que el sobrecoste de los nuevos modelos se equilibrase con el precio de los Android.
Finalmente, entre unas cosas y otras y aunque la libertad y apertura de Android siempre me pareció algo muy positivo, tuve que ser honesto conmigo mismo. Ya era un usuario de iPhone, y sería muy difícil dar vuelta atrás. ¿Qué era lo siguiente?
6. Una oportunidad a macOS
A principios de 2017, desde la dirección de Xataka me propusieron crear conmigo una nueva sección llamada Xataka Basics, donde haría artículos explicándole de forma coloquial a los usuarios con menos conocimientos los principales conceptos tecnológicos de nuestro día a día. En esta sección también haría artículos y tutoriales tocando múltiples sistemas operativos. Pero yo no tengo un dispositivo de cada tipo, o sea que para cosas como artículos sobre Mac le tenía que pedir siempre capturas de pantalla a compañeros, aunque era un sistema operativo que tampoco tocábamos tanto.
Pero a mi siempre me ha gustado cacharrear, y pensé que sería bueno pedir el préstamo de un Mac a la empresa para poder escribir un poco más sobre él y, de paso, poder probarlo un poco. La idea era hacer tres o cuatro artículos amplios sobre lo que podías hacer con él y algunas de sus configuraciones, y luego devolverlo para volver a la comodidad de Windows.
Me concedieron el préstamo provisional, y acabé con un Macbook de los pesados con procesador Intel. En un principio lo probé un poco y no me gustó mucho, por lo que hice algunos artículos y lo guardé a espera de que me lo pidiesen de vuelta. Pero antes de que esto pasase, la curiosidad me llevó a darle una segunda oportunidad para probarlo un poco más a fondo, o sea que lo conecté al monitor, le puse mi teclado y ratón y lo utilicé como una CPU.
Recuerdo que durante el primer día aluciné completa y absolutamente con su silencio. Era mil veces más silencioso que mi PC, algo que me enamoró mucho, aunque teniendo procesador de Intel había algunos picos más ruidosos. Pero en general, a veces no me podía creer que estuviera encendido, porque no lo parecía.
Empecé este experimento con excepticismo, pero a los pocos días algo dentro de mi ya sabía que quería más de esto. Ya no solo por una interfaz que me traía los mejores recuerdos de Linux, sino también por esas interacciones con iOS. AirDrop para enviar cosas de un sitio a otro, sacar una foto con el iPhone y que esté al momento en la app Fotos integrada en el Mac, que los SMS del móvil me llegasen al ordenador... Todo era fácil, y ya no necesitaba muchas de las apps de terceros que usaba en Windows para conseguir parte de estas integraciones.
Como consecuencia, el año pasado acabé comprándome un Mac.
7. Atrapado en el ecosistema
Un iPhone, un Apple Watch y un Mac, este fue el principio. Siempre había visto el ecosistema cerrado de Apple como una afrenta a la libertad en la tecnología, pero una vez probé los beneficios que me ofrecía ya no quise volver atrás. Quizá también tenía que ver que había cumplido 41 años, y que empezaba a no apetecerme tanto estar cacharreando, simplemente quería algo que funcionase bien, y que si tenía un dispositivo le pudiera sacar el máximo provecho.
Hasta este entonces, en mi casa había habido todo tipo de dongles para la TV de varias marcas, de altavoces inteligentes de Google o Amazon, y de muchos trastos por todos lados. Decidí hacer limpieza. Todos los productos de Apple costaban un riñón y medio, pero si apostaba por ellos, tendría menos cacharros en general, habría más minimalismo, limpieza, y todos mis aparatos se llevarían bien entre ellos.
Compré un termómetro conectado para la terraza y un altavoz de Apple, que a su vez hacía de Hub con el termómetro y se integraba con el ecosistema de Apple para verlo desde cualquier dispositivo. Acabé comprándome un Apple TV para conectarlo al televisor, y evidentemente también cayeron unos Airpods Pro 2, porque aunque siempre había apostado por los intrauriculares inalámbricos de Sony, el hecho de que unos Airpods alternen entre Mac e iPhone automáticamente según cuál esté usando me parecía brillante.
Apple sigue haciendo cosas mal, siempre he querido mantener la perspectiva y no convertirme en un fanboy cegado por el brilli brilli de la manzana. Sin embargo, Google las ha hecho peor, y con el paso del tiempo se me han quitado todas las ganas de usar sus productos. Eso y mi creciente conformismo y menos ganas de cacharreo han acabado haciendo que me quede en el ecosistema de Apple. Y creo que ya no hay vuelta atrás, o por lo menos a día de hoy ya no siento ninguna necesidad.